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sábado, 21 de febrero de 2015

Bicicleteando III: los chorizos de doña Eustaquia.

Haber traído mi bicicleta para San Gil me dio la oportunidad de descubrir lugares y paisajes que difícilmente apreciaría en Bucaramanga, además que las condiciones de seguridad allá pueden ser dudosas, ya sea por los carros o los amistosos "ñeros".

Por otro lado, cada pedalazo, kilómetro y momento de rendición sentido en los trayectos se convertía en experiencia acumulada, en momentos de auto-conocimiento y exploración. Siempre que me trazaba una nueva aventura me preguntaba si podía lograrlo, si mi cuerpo estaría en condición de llegar a la meta; mas tenía mi voluntad, de ella nunca he dudado en lograr las cosas.

Pinchote no había sido suficiente, los 12 kilómetros que recorrí ese día fueron satisfactorios, pero no suficientes. Aquella cuesta arriba había sido una pequeña exigencia, comparada con las próximas historias que contaré. Es así como me animé ir al Valle de San José, un pueblo que queda por la carretera que conduce a Charalá. 

Algunos datos del pueblo: es un municipio que pertenece a la provincia de Guanenta, ubicado a 124 km de Bucaramanga y a 15 km de San Gil. Fue fundado en el 28 de febrero 1724 y está a 1.250 msnm (metros sobre el nivel del mar). Es muy popular por los chorizos que allí venden, son famosos en toda la provincia y no es para menos, la salsa es un coito de sabores en cada mordida. Son los chorizos de doña Eustaquia, un deleite que no puede ser pasado por alto.


Todo el mundo sabe de ellos.
Ahora, a lo que nos concierne. Antes de comenzar mi viaje, practiqué un par de veces, logrando 12, 16 y 20 kilómetros. Sabía la ruta con anterioridad porque había ido en el Rayo Verde con el parcero, y pensaba, aún hoy, que este trayecto exige cierta resistencia.

El recorrido fue bastaste plácido, para mi sorpresa, se encuentra uno con ciclistas en ambas direcciones ya que por esta vía son pocos los vehículos de carga pesada que transitan. Desde jóvenes pre-adolescentes con acné hasta recorridos veteranos que tienen miles que kilómetros acumulados en sus piernas, es un periplo para hacer "eco-turismo", (léase con cliché).

Todo es amor y paz hasta la entrada del pueblo, hay pasar el puente miliar sobre el río Fonce... y a partir de ahí, el cuerpo tiene una exigencia. Para llegar al pueblo hay una subida, un ascenso, una inclinación más difícil que la de Pinchote. Las estadísticas marcan la altura subida. Eso si, el regreso es aún mejor, casi todo es de bajada. En total fueron 31.48 km ese día. 




Realmente es lindo ir al pueblo en bicicleta, además de hacer ejercicio y de ofrecer unos chorizos geniales, el pueblo es acogedor y bonito. 


Iglesia principal a la izquierda y una capilla a la derecha.
Ahora, otro dato de la aplicación que empleo para salir a montar y medir los datos de la sesión. La aplicación mide la velocidad general y parcial por kilómetros, indicando el kilómetro más rápido y el kilómero más lento. Aquí algunas imágenes:


Nótese en la parte inferior de la imagen, en las barras verdes,
una liebre y una tortuga para cada trayecto.
Finalmente, llegué a casa con el sentimiento de haber triunfado totalmente, había pasado de 12 km a 30 km. Mi cuerpo iba mejorando en cada viaje y aquella no fuera la primera y única vez que hiciera esa ruta. 


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