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viernes, 3 de abril de 2015

Bicicleteando V: San Gil - Pinchote por El Jovito

Un día estaba viendo las demás características de la aplicación, cuando descubrí que los usuarios pueden grabar las rutas que crean o descubren. Esas que no se encuentran en un mapa fácilmente. Encontré varias para planear mis futuras travesías. Estas con las rutas que maqué como favoritas y otras sugeridas.

Izquierda: rutas marcadas como favoritas
Derecha: rutas que muestra la aplicación.
Decidí escoger la ruta Patinódromo - Pinchote - San Gil. La imagen solo mostraba la distancia desde San Gil y la duración que tomó el recorrido hecho por el señor Ángel.

Ruta Patinódromo - Pinchote - San Gil
Después de indagar como era la carretera de El Jovito y saber que era destapada, con tierra y barro, tomé la decisión de ir. Era eso lo que buscaba, lo que quería, utilizar una bicicleta de montaña para ir por una.

El recorrido de 19 km no era tanto, sin embargo, lo que más agotaría sería la subida. Me tardé menos de lo que sugiere la ruta, además, recorrí un poco más.

Datos de recorrido San Gil - Pinchote por El Jovito.
Después del ascenso, el cual parece ser interminable, llega la parte divertida que es el descenso. Antes de eso, uno llega a una Y (cruce de caminos) y debe tomar el camino de la derecha, el cual pasa por una casa, y doblar a la derecha de nuevo. Ese detalle es importante, ya que puede perderse allí. La carreta va por detrás de la montaña y uno sale por la parte de atrás de Pinchote, por la carretera que conduce a la Hacienda Santa Bárbara. La bajada lo pone uno a prueba ya que el camino tiene curvas cerradas y todo está en pendiente, la velocidad imprime adrenalina al recorrido.

Aquí algunas imágenes del paisaje.


Vista desde la curva de la cima - San Gil y el patinódromo.

Carretera que conduce a Pinchote.

Carretera que conduce a Pinchote.
Finalmente, debo decir que este recorrido es realmente placentero y desafiante, los paisajes, el terreno y la velocidad lo hacen muy atractivo.

Bicicleteando IV: en el pueblo más bonito de Colombia.

Después de haber llegado hasta el Valle de San José, sabía que podía enfrentar retos más interesantes, algo que en realidad diera miedo. Fue así como decidí ir a Barichara, el pueblo más bonito de Colombia. Ya había ido en el Rayo Verde (En el pueblo más bonito de Colombia), pero en bicicleta es otro cuento.

Madrugué ese día, sabía que el sol por la carretera es abrasador y podía hacer flaquear incluso al más decidido y experimentado. A eso de las 7:30 salí de mi casa con una botella de Gatorade y las ganas de subir una montaña completa.

El camino es fácil de seguir desde San Gil; una pista que uno va por el camino correcto es que se encuentra la British American Tabacco Company, además el desvío para llegar a Cabrera.

Entremos en materia, Barichara queda a 21 km de San Gil subiendo y atravesando algunas montañas por camino de asfalto. La distancia no es mucha si uno lo piensa, es casi la misma distancia hasta El Socorro (Santander), la diferencia es la pendiente antes de llegar al pueblo. Mi trayecto lo empecé a 1.125 mslm y la cumbre de la montaña queda 1.632 msnl.

Datos del recorrido. 
No obstante, una vez alcanzada la cima, el resto del camino hasta el pueblo es menos exigente. Además, las partes planas de la carretera le permiten a uno deleitarse con la geografía y los paisajes que hay por la zona.

Iglesia de Barichara y la Poderosa II.

Cuando empecé mi camino de regreso estaba igual de emocionado de hacer de nuevo el recorrido, compré otra botella de Gatorade y pedaleé cada kilómetro con emoción y dicha. Sin embargo, no todo fue fácil. Unas cuadras antes de llegar a mi casa tuve un ataque de calambres en ambos muslos. Afortunadamente alcancé a bajar de la bici y descansar para pasar este infortunio. ¡Un dolor que nunca olvidaré!

Para finalizar, hay una característica de la aplicación que quisiera comentar. La aplicación puede llevar registro de datos como la velocidad, la distancia o la altura recorrida. Pues bien, también puede llevar el registro de las canciones que uno escucha en cada kilómetro, así como la velocidad parcial de ese trayecto. Quizás no sea de suma importancia, pero me parece realmente interesante.

Canciones durante el recorrido.

sábado, 21 de febrero de 2015

Bicicleteando III: los chorizos de doña Eustaquia.

Haber traído mi bicicleta para San Gil me dio la oportunidad de descubrir lugares y paisajes que difícilmente apreciaría en Bucaramanga, además que las condiciones de seguridad allá pueden ser dudosas, ya sea por los carros o los amistosos "ñeros".

Por otro lado, cada pedalazo, kilómetro y momento de rendición sentido en los trayectos se convertía en experiencia acumulada, en momentos de auto-conocimiento y exploración. Siempre que me trazaba una nueva aventura me preguntaba si podía lograrlo, si mi cuerpo estaría en condición de llegar a la meta; mas tenía mi voluntad, de ella nunca he dudado en lograr las cosas.

Pinchote no había sido suficiente, los 12 kilómetros que recorrí ese día fueron satisfactorios, pero no suficientes. Aquella cuesta arriba había sido una pequeña exigencia, comparada con las próximas historias que contaré. Es así como me animé ir al Valle de San José, un pueblo que queda por la carretera que conduce a Charalá. 

Algunos datos del pueblo: es un municipio que pertenece a la provincia de Guanenta, ubicado a 124 km de Bucaramanga y a 15 km de San Gil. Fue fundado en el 28 de febrero 1724 y está a 1.250 msnm (metros sobre el nivel del mar). Es muy popular por los chorizos que allí venden, son famosos en toda la provincia y no es para menos, la salsa es un coito de sabores en cada mordida. Son los chorizos de doña Eustaquia, un deleite que no puede ser pasado por alto.


Todo el mundo sabe de ellos.
Ahora, a lo que nos concierne. Antes de comenzar mi viaje, practiqué un par de veces, logrando 12, 16 y 20 kilómetros. Sabía la ruta con anterioridad porque había ido en el Rayo Verde con el parcero, y pensaba, aún hoy, que este trayecto exige cierta resistencia.

El recorrido fue bastaste plácido, para mi sorpresa, se encuentra uno con ciclistas en ambas direcciones ya que por esta vía son pocos los vehículos de carga pesada que transitan. Desde jóvenes pre-adolescentes con acné hasta recorridos veteranos que tienen miles que kilómetros acumulados en sus piernas, es un periplo para hacer "eco-turismo", (léase con cliché).

Todo es amor y paz hasta la entrada del pueblo, hay pasar el puente miliar sobre el río Fonce... y a partir de ahí, el cuerpo tiene una exigencia. Para llegar al pueblo hay una subida, un ascenso, una inclinación más difícil que la de Pinchote. Las estadísticas marcan la altura subida. Eso si, el regreso es aún mejor, casi todo es de bajada. En total fueron 31.48 km ese día. 




Realmente es lindo ir al pueblo en bicicleta, además de hacer ejercicio y de ofrecer unos chorizos geniales, el pueblo es acogedor y bonito. 


Iglesia principal a la izquierda y una capilla a la derecha.
Ahora, otro dato de la aplicación que empleo para salir a montar y medir los datos de la sesión. La aplicación mide la velocidad general y parcial por kilómetros, indicando el kilómetro más rápido y el kilómero más lento. Aquí algunas imágenes:


Nótese en la parte inferior de la imagen, en las barras verdes,
una liebre y una tortuga para cada trayecto.
Finalmente, llegué a casa con el sentimiento de haber triunfado totalmente, había pasado de 12 km a 30 km. Mi cuerpo iba mejorando en cada viaje y aquella no fuera la primera y única vez que hiciera esa ruta. 


domingo, 8 de febrero de 2015

Bicicleteando II: camino a Pinchote

Ya me sentía inapetente de las empinadas, empiedradas y casi imposibles calles de San Gil, además, sentía que podía ir más allá de los límites del pueblo. Los deseos de explorar me consumían cada vez más, sin embargo, siempre me preocupaba si mi rendimiento daba para ir y volver, al menos, al más cercano de los municipios vecinos. 

Una brillante mañana de domingo de mayo pensé que debía ser el día. Junto con La Poderosa II tomé el camino directo hacia Pinchote, por la carretera nacional que conduce a El Socorro. Para llegar al pueblo debía ir bajo un arco en piedra y subir una cuesta que llevara a un castillo del medioevo con un dragón dentro que protegía la cumbre...

Pues bien, así pensaba que era la subida hacia el pueblo, debo recordar que era mi primera exploración a otro municipio, sólo, por mi cuenta, con los alientos de mi alma, la fuerza de mis piernas por motor y la decisión de no desfallecer como lanza en ristre.

Pero antes de dar comienzo a mi empresa, decidí que sería buena idea contar con una especie de artilugio para saber algunos datos técnicos de mi sesiones amateur-deportivas. Encontré una aplicación para mi celular, pienso, bastante completa en cuanto a los dato que ahí se miden y muestran. Se llama Endomondo, y durante publicaciones futuras mostraré más usos.

Volviendo al dragón, digo, a la cuesta, debo decir que fue realmente placentera y agradable. Acá los datos de mi recorrido.


Datos de la sesión.
Los datos que más me interesan siempre son los relacionados con la altura, distancia y tiempo. Además, la aplicación cuenta con un mapa que traza la trayectoria por la que uno va, ya sea por carretera o montaña, lo cual es bastante útil y en próximas publicaciones mostraré por qué. 
Ruta por Google Maps.

Al llegar al pueblo, fui a un mirador desde donde se puede ver la carretera nacional y una parte de San Gil, el céfiro desde la cima silbaba que el objetivo se había cumplido. El recorrido de vuelta sería más relajado.


La Poderosa II posuda.


Después de culminar mi travesía, sabía que debía exprimir al máximo la geografía de la provincia, tenía ganas de tener barro en la boca y sudor en mi frente. Así termina la primer expedición por los pueblos circunvecinos de San Gil.

PD: por el resquicio de mis ojos vi sombras de las formas puras que yacían en el pueblo.

sábado, 7 de febrero de 2015

Me-tal rayo

Antes de continuar con nuestras aventuras, creo menester contarles acerca de «El rayo verde», y para ello haré una analogía.

En sus años de juventud, cuando una latinoamérica diferente podía ser soñada, Ernesto Guevara de la Serna, El Che Guevara, decidió recorrer algunos países de Sudamérica en compañía de su amigo Alberto Granado, a bordo de una antigua y agujereada pero funcional motocicleta Norton 500 de Alberto bautizada La Poderosa II. La aventura, idea de Alberto, les habría llevado a recorrer más de 12.000 km por el continente.

Sin embargo, no son las aventuras y desventuras de estos personajes las que nos interesan, mas el vehículo en que semejante quijotada se llevaría acabo. 

Según los registros históricos, el modelo Norton 500 del 39 "que los dos amigos utilizaron en parte de su viaje fue uno de los básicos de la fábrica. Este se fabricó con pocos cambios entre 1931 y 1936. Su cilindrada era de 490 cc, monocilíndrica, de cuatro tiempos y 29 caballos podía alcanzar una velocidad de 93 mph. La suspensión era uno de sus puntos débiles con un chásis rígido y suspensión delantera en paralelograma. No es pues de extrañar que las pistas por las que rodaron no fueran del agrado de la Poderosa II." El nombre de La Poderosa II viene de remplazar a la primera, la bicicleta de Alberto, La Poderosa.


Modelo restaurado
Ernesto, Alberto y algunos parientes antes de salir en la aventura.
No en vano, la inspiración del nombre de mi bici viene de ahí.

Por otro lado, tenemos nuestro vehículo, cuya nobleza puede compararse con el mismo Platero, con la valentía de Aquiles y la resistencia Filípides. Hablo de una moto Honda Eco Deluxe 100. 


Modelo 2014

Y aunque no tiene un nombre tan loable como la anterior, «el rayo verde» lo llamamos nosotros. Tiene un motor de 97,2 cc, 4 tiempos y refrigerado por aire, 7,6 caballos y alcanza los 90 km por hora (al menos hasta allá la hemos exigido).


El Rayo Verde.

Si bien, no es un motor tan recio y regio como el de La Poderosa II, debo destacar que El Rayo tiene un diseño mucho más ergonómico, un sistema de suspensión más moderno y un maletero que guarda los trajes para enfrentar las manifestaciones de Pacha Mama. 

Finalmente, son más las aventuras que las desventuras sobre estas dos ruedas, han sido muchos los bagres del Fonce que se han esquivado, innumerables las blasfemias proferías por el camino, abundantes las formas puras estudiadas y, hasta ahora, ningún acercamiento directo contra el suelo ni golpe alguno en nuestra humanidad. Este es El Rayo Verde, nuestro fiel Rocinante y Rucio en una sola y motorizada pieza.


PD: Me-tal Rayo es uno de los géneros puros del power metal, solo comparable con Me-tala ropa (cuando llueve).

viernes, 23 de enero de 2015

Expedición I: en el pueblo más bonito de Colombia.

Para muchos es de común conocimiento, y los medios lo han comentado, Barichara es el pueblo más bonito de Colombia. Declarado Monumento Nacional en 1978 por ser un testimonio arquitectónico de la conquista y transportar a los turistas y habitantes con su belleza. Este título se lo ganó gracias a las manos artesanas que labraron piedra a piedra para construir sus casas e iglesias.

Nuestra travesía nos trae a este lugar para apreciar la magia que se yace por sus calles y casas antiquísimas. Construcciones bastante antiguas con una técnica milenaria llamada tapia pisada, la misma que se usó inclusive para la construcción de la Gran Muralla China1


Casa de roca y tapia pisada.
Es así como estas casas se consideran toda una pieza de singular valor arquitectónico. 

Ahora bien, nuestra búsqueda de las formas puras nos lleva a recorrer este soleado y rocoso lugar. Caminamos cuesta arriba sus marcadas calles, subimos escalones adornados por finos y altos cactus y pasamos frente a casas de ensueño decoradas de la manera tradicional y elegante, con finas aldabas y lámparas encendidas como faros en el desierto. Incluso las calles sin empedrado y acariciadas por el sol, la brisa y el agua crean un paraje digno de las leyendas e historias espeluznantes. 



Las horas pasan, a cada nuevo paso que damos el sol se oculta un poco más, la temperatura baja y las luces de los pueblos lejanos como Galán y Zapatoca se encienden como diminutas luciérnagas a cientos de kilómetros desde mirador. Nuestra búsqueda parece infructuosa, solo piedra fría e insípidas formas deambulan ante nuestros ojos. La brisa del gran cañón trae palabras extrañas y acentos inusuales que atiborran el aire de forma desorientadora, las señales son difíciles de entender, nuestra búsqueda parece infructuosa. 

La noche ha caído en el pueblo y los forasteros poco a poco parten en sus autos, el ocaso cubre el parque y entonces sabemos que es hora de regresar. Barichara tiene hermosos escenarios, y calles de fantasía pero nuestro propósito allí no se cumplió, las formas puras fueron invisibles a nuestros ojos. De vuelta en la moto el frío en la carretera nos abraza mientras pensamos en el deber cumplido, y en la satisfacción que produce.

Una reflexión final: no cuentan las calles que se caminan, sino las colinas que se suben.

lunes, 19 de enero de 2015

Bicicleteando I

Tan pronto como supe que mi futuro laboral yacía en San Gil, lo primero que empaqué y alisté para traer de casa fue mi guitarra y mi bici, en ese orden, siendo tanto la primera como la segunda mi complacencia cuando me encuentro conmigo mismo.

En esta ocasión narraré las aventuras sobre La Poderosa II, mi bicicleta. Fue en ella que empecé a apreciar cada pedalazo, loma y camino de herradura en esta región. 

La Poderosa II

Para aquellos que no conocen San Gil, lo describiré brevemente. Es la capital de la provincia Guanentina y sus límites intermunicipales son: por el norte con los municipios de Villanueva y Curití, por el oriente con Curití y Mogotes, por el sur con el Valle de San José y Páramo, y por el occidente con Pinchote, Cabrera y Barichara. En promedio, a dos horas de Bucaramanga.

Sin embargo, hay algo particular en este municipio y son sus calles. Son lindas calles empedradas, de un poco más de 30º de inclinación que recrean un reto para los conductores más habilidosos y para los transeúntes menos deportistas. En varias ocasiones pensé en lo difícil que sería dominar las lomas y las lomas en las lomas que hay aquí. No obstante, no era eso lo que buscaba y me interesé por lograr trayectos y rutas más lodosas y embarradas, visitar los municipios aledaños y llegar más lejos en cada intento.



Calle 11

Finalmente, después de varios intentos, paradas y una que otra maldición pensada en mi cabeza, pude subir en mi bicicleta hacia ambos costados de las montabas que divide el río Fonce, y en donde se extiende el pueblo. Fueron unos dos meses de mucho sudor y pasión en cada pedalazo, dos meses en un exploración de resistencia en mi propio cuerpo. Sabía que podía ir más lejos cuando mi cuerpo pidió más carretera, velocidad y adrenalina.

Y una reflexión antes de terminar: estas calles forman más carácter entre sus ciudadanos. 

“No se deja de pedalear cuando se envejece... Se envejece cuando se deja de pedalear”.  Anónimo