Nuestra travesía nos trae a este lugar para apreciar la magia que se yace por sus calles y casas antiquísimas. Construcciones bastante antiguas con una técnica milenaria llamada tapia pisada, la misma que se usó inclusive para la construcción de la Gran Muralla China1.
Casa de roca y tapia pisada. |
Ahora bien, nuestra búsqueda de las formas puras nos lleva a recorrer este soleado y rocoso lugar. Caminamos cuesta arriba sus marcadas calles, subimos escalones adornados por finos y altos cactus y pasamos frente a casas de ensueño decoradas de la manera tradicional y elegante, con finas aldabas y lámparas encendidas como faros en el desierto. Incluso las calles sin empedrado y acariciadas por el sol, la brisa y el agua crean un paraje digno de las leyendas e historias espeluznantes.
Las horas pasan, a cada nuevo paso que damos el sol se oculta un poco más, la temperatura baja y las luces de los pueblos lejanos como Galán y Zapatoca se encienden como diminutas luciérnagas a cientos de kilómetros desde mirador. Nuestra búsqueda parece infructuosa, solo piedra fría e insípidas formas deambulan ante nuestros ojos. La brisa del gran cañón trae palabras extrañas y acentos inusuales que atiborran el aire de forma desorientadora, las señales son difíciles de entender, nuestra búsqueda parece infructuosa.
La noche ha caído en el pueblo y los forasteros poco a poco parten en sus autos, el ocaso cubre el parque y entonces sabemos que es hora de regresar. Barichara tiene hermosos escenarios, y calles de fantasía pero nuestro propósito allí no se cumplió, las formas puras fueron invisibles a nuestros ojos. De vuelta en la moto el frío en la carretera nos abraza mientras pensamos en el deber cumplido, y en la satisfacción que produce.
Una reflexión final: no cuentan las calles que se caminan, sino las colinas que se suben.