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lunes, 19 de enero de 2015

Bicicleteando I

Tan pronto como supe que mi futuro laboral yacía en San Gil, lo primero que empaqué y alisté para traer de casa fue mi guitarra y mi bici, en ese orden, siendo tanto la primera como la segunda mi complacencia cuando me encuentro conmigo mismo.

En esta ocasión narraré las aventuras sobre La Poderosa II, mi bicicleta. Fue en ella que empecé a apreciar cada pedalazo, loma y camino de herradura en esta región. 

La Poderosa II

Para aquellos que no conocen San Gil, lo describiré brevemente. Es la capital de la provincia Guanentina y sus límites intermunicipales son: por el norte con los municipios de Villanueva y Curití, por el oriente con Curití y Mogotes, por el sur con el Valle de San José y Páramo, y por el occidente con Pinchote, Cabrera y Barichara. En promedio, a dos horas de Bucaramanga.

Sin embargo, hay algo particular en este municipio y son sus calles. Son lindas calles empedradas, de un poco más de 30º de inclinación que recrean un reto para los conductores más habilidosos y para los transeúntes menos deportistas. En varias ocasiones pensé en lo difícil que sería dominar las lomas y las lomas en las lomas que hay aquí. No obstante, no era eso lo que buscaba y me interesé por lograr trayectos y rutas más lodosas y embarradas, visitar los municipios aledaños y llegar más lejos en cada intento.



Calle 11

Finalmente, después de varios intentos, paradas y una que otra maldición pensada en mi cabeza, pude subir en mi bicicleta hacia ambos costados de las montabas que divide el río Fonce, y en donde se extiende el pueblo. Fueron unos dos meses de mucho sudor y pasión en cada pedalazo, dos meses en un exploración de resistencia en mi propio cuerpo. Sabía que podía ir más lejos cuando mi cuerpo pidió más carretera, velocidad y adrenalina.

Y una reflexión antes de terminar: estas calles forman más carácter entre sus ciudadanos. 

“No se deja de pedalear cuando se envejece... Se envejece cuando se deja de pedalear”.  Anónimo

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